martes, 12 de octubre de 2010

La Plaza de Las Flores





















La Plaza de Las Flores en Murcia, no es un invento contemporáneo, ni mucho menos. Su protagonismo se remonta a los anales de la historia murciana. Cientos de años atrás ya se las tomaban allí los señoritos con mucho garbo y perfumados por la infinidad de puestos de flores que les flanqueaban. Lo que hacía que llegaran bien borrachos a sus casas oliendo a rosas, claveles y clavellinas.
Mi padre se educó en la hostelería, en lo que entonces representaba algo así como la Universidad Popular del "Bar la Tapa". Más de un siglo después, y tras ser comprado por una importante empresa local de restauración, sigue brindando las mismas tapas, pero no el estricto estilo clásico del servicio y la atención que le caracterizó durante décadas.
Por aquella época, los camareros trabajaban por un sueldo miserable, teniendo que vivir realmente de las propinas, costumbre ésta, que aún se conserva en muchos lugares de América Latina.
El extra que hacía felices a los camareros de aquellos tiempos venía de la mano del tabaco de estraperlo, ante lo que los dueños de los locales hacían la vista gorda llevándose parte de las ganancias, de tal manera que, sí por hache o por be, las autoridades buscaban cabezas de turco, a quien se llevaban preso era al pobre camarero y el patrón seguía forrándose tan ricamente.
Eran otros tiempos. Años díficiles, donde la ilusión de la mayoría de los mortales era ayudar en sus casas para que al menos se comiera caliente una vez al día.

Los camareros de aquella zona del glamour convivían sirviendo a los grandes ricachones de la ciudad para, posteriormente, regresar a sus casas donde la misería campaba a sus anchas. Ese gran contraste de realidades, provocaba en ellos unas ansias enormes de luchar por un futuro mejor, o al menos más digno.
Muchos de aquellos barmen, acababan por casarse con alguna sirvienta o niñera de la zona, antes de echarle bemoles para establecerse por su cuenta.
En la actualidad, cincuenta años después de todas esas sensaciones y experiencias que me contaba mi padre, la Plaza de la Flores ha perdido por fortuna, como nuestra propia sociedad, ese rigor clasista decimonónico que exhalaba, para convertirse en un lugar para todos los públicos; un público ávido tan solo de relacionarse, exhibir sus gafas de sol de marca, o con un poco de suerte, ligarse a una chorba, que por aquí las hay de mucha categoría.
Cuando viajen a Murcia, no dejen de probar en el Bar La Tapa o en El Fénix sus ricas marineras, su pulpo a la murciana y, si les gusta la cerveza, pidan mejor un bolito porque aquí las cañas, por las altas temperaturas que disfrutamos todo el año, se calientan muy deprisa.
Para no desentonar, recuerden llevarse puestas unas buenas gafas de sol, forma parte de la obligada indumentaria. De lo que no estoy tan seguro, es que puedan encontrar como antes, tan fácilmente, Marlboro de contrabando.






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