sábado, 7 de mayo de 2011

Espere su turno




A la espera estamos. Casi cinco millones de parados esperan a que alguien o algo los contrate. ¿Dónde queda ahora la ostentación?¿Dónde se encuentran ahora esos jóvenes que dejaban los estudios para trabajar en el sector de la construcción para, de ese modo, comprarse antes el BMW tuneado y poder fardar chirriando ruedas? ¿Dónde queda la iniciativa privada? Por preocuparnos más de aparentar que de nuestra educación, ahora cagamos las plumas.




Pero no es por meterme con los jóvenes, ni mucho menos, la culpa la tenían los políticos que fomentaban la anticultura. Un pueblo tonto es un pueblo más dócil y eso les conviene. El ídolo engominado con ropa de marca y cochazo, se ha convertido en una figura perdedora, en un personaje por el que todo el mundo apostaba y se vanagloriaba y, ahora, se lamenta de su desgracia achacando toda su ruina al gobierno actual. Realmente si el gobierno actual fuera otro, el ataque sería contra otro, da igual. Los humanos tenemos la mala tendencia de justificar nuestras culpas echándole el muerto al vecino o al primo que nos cae mal. El dinero fácil era un dinero envenenado. El cuento de la lechera volvió a repetirse por enésima vez.




El trabajo serio y constante, el aprendizaje concienzudo y la superación personal para llegar a la maestría profesional dieron paso a la chapuza y al `todo vale´. Ahora los que ganaban una pasta trabajando supuestamente de pintores no tienen ni idea del oficio, lo mismo ocurre con los albañiles, los carpinteros, los fontaneros, los electricistas, etc. la mayoría de ellos no aprendieron ni el oficio. Eso sí: son expertos en aparentar que lo saben todo. Son maestros de la chapuza.




Ahora todo un país llora y se lamenta de una situación insostenible, de un gobierno inoperante y torpe, que no ha sabido encontrar el camino para sacar al 21% de su población activa, que está desactivada, del enorme problema en el que se haya inmersa.




Pienso en todo esto, que he vivido en primera persona, de una manera reflexiva, desde el punto de vista de un ciudadano progresista que entiende que, al igual que los gobiernos pueden equivocar sus estrategias de desarrollo, los ciudadanos también debemos de ser capaces de asumir nuestros errores. Los españoles nos hemos equivocado apostando todo a un caballo perdedor.




Pero en esta espera agónica, que no sabemos cuando acabará, hay algo evidentemente dañino: los bancos. Los mercados de capitales y sus alentadores promotores neoliberalistas (los palmeros de este tablao). Todos ellos siguen con sus trajes relucientes, con sus zapatos impolutos, con sus cochazos y sus chóferes con gorra de plato, con sus impecables balances de resultados y sus operaciones especulativas contra las deudas soberanas, contra los que pierden sus casas, y lo hacen con tanta elegancia que ni tan siquiera pierden su dignidad, tal vez por que, sencillamente nunca la tuvieron. Son una nueva casta de intocables.




Estimados lectores, entre todos estamos intentando sacar este barco a flote, pero tiene tantas vías de agua que, por mucho que achicamos, no tenemos certeza de que lo hagamos navegar.




De cualquier forma, no se desesperen y sigan aguardando su turno.




Cuando "la Bestia" calme su incertidumbre hará circular el dinero y quizás, todos los que vivamos aún, respiraremos aliviados.

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