sábado, 11 de agosto de 2012

Sufrimiento vacacional en Ermelo


Las vacaciones son algo horrible. O te pasas todo el tiempo comiendo o pensando en comer. ¿Dónde comemos hoy, cariño? ¿Qué te apetece comer? 
Otro de los tremendos problemas que padecemos a diario es tener que decidir el lugar en el que nos vamos a remojar: ¿Nos bañamos en la playa, en la piscina o mejor en el jacuzzi? 
Esta cuestión me desazona siempre en esta época: ¿Por qué todos los tíos vamos en bermudas en vacaciones y luego no las volvemos a usar durante el resto del año? Con lo bonicos que vamos...
Por no hablar de las fotos. Tomamos más fotos en quince días que un reportero del New York Times en Afganistán. Le disparamos, sin piedad, a todo lo que se menea. En realidad, soñamos con que nos van a conceder el premio Pulitzer y vamos tan contentos disparando a diestro y siniestro. Luego las subimos al facebook y flipamos en colores.
Para siniestro el que sufrió el otro día mi primo en una playa de Mazarrón. El pobre estaba encendido tomando fotos a una chati en topless y le apareció por detrás un geyperman de un metro noventa y le tiró la cámara al agua.
Mi primo mirando al colega, tan sólo acertó a decir:
-Joder tío que brazo tienes, yo no hubiera llegado ni a la orilla -le dijo con la voz temblorosa.
-Cómete una mierda, mamón, que eres un mamón, y no te doy dos hostias porque no quiero líos ¡Hijueputa! -dijo el menda. 
La cámara en cuestión le había costado solamente trescientos euros y se quedó sin ella antes de pagar, ni tan siquiera, el primer recibo del Corte Inglés. Son las cosas que tiene el verano. 
A mí, para el verano, me gusta la montaña portuguesa. La gente no entiende por qué, pero yo les preguntaría: ¿Y, por qué no? Hay lugares para bañarse, lugares donde perderse, restaurantes con y sin bacalao, vino verde a punta pala y gente tocando el bombo y tirando cohetes a manta. Yo lo estoy pasando cañón, como diría mi padre, si mi padre supiera cómo lo estoy pasando, claro. 
Pero ustedes se estarán preguntando: ¿Qué pinta esa foto en este relato? Sí, no me digan que no: ¿A qué la foto se las trae? Pues tengan paciencia, que el calor nos vuelve muy impacientes e irritables y luego vienen las madres mías. ¿Y de las moscas, qué me dicen de las moscas en verano? ¡Qué mosquerío, por favor!
Esa foto es la caña. Sí, sí, es la caña. Déjenme explicar por qué, a ver si me entienden.
El contexto artístico de la instantánea, por si sola, ya sería digna de toda una ponencia en un simposio de fotografía. Lo retro en combinación con lo moderno. El rigor clásico frente al mal gusto contemporáneo. A nivel plástico habría mucho que discutir. ¿Y a nivel paisajístico? Ese sujetador con relleno y esas bragas rojas podrían catalogarse como una intervención o como una performance. Con mejor o peor gusto ¿Quién sabe? Para gustos colores. En Arco he visto fotos más absurdas a tres mil euros el ejemplar. 
Las cuestiones que un experto, en esta materia, debería ayudarnos a entender serían las siguientes: ¿Esa señora o señorita contamina el equilibro del paisaje rural colgando sus prendas íntimas en esa ventana? O por el contrario: ¿Enriquece al paisaje y motiva al paisanaje? Ya llegamos a lo que iba. ¿Qué opinará el paisanaje que no entiende de arte contemporáneo, cuando pase por esa calle  de Ermelo y mire hacia esa ventana? Pues aún a riesgo de equivocarme diré, si el espectador fuera un hombre: ¡Vaya par de tetas que debe tener esa tía! Debe ser una cachonda, si supiera como me pone el rojo... Cosa muy distinta si la que viera esa performance fuera una mujer: No tendrá esa cochina otro lugar donde colgar sus bragas y su sujetador que, por cierto, que mal gusto tiene la pobre.
El verano es así. Como la vida misma. Un absurdo constante con la diferencia de que tenemos más tiempo para tocarnos los huevos, a dos manos, o escribir relatos de poca monta que no valen ni como papel higiénico.
A veces pienso que lo mejor hubiera sido poner la foto sin texto y que cada cual hubiera opinado libremente. Pero: ¡Qué coño! En verano hago lo que me da la real gana. Y ustedes que leen tanto, hagan lo mismo. ¡Hala, a disfrutar, que los días pasan que vuelan!
Púm, catapúm, púm, púm, cómo me gusta el verano...

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