viernes, 18 de enero de 2013

Typical spanish


Nuestro país, como todos los demás, está cargado de tópicos. Arrastramos un sinfín de ellos, aunque a mí nunca me han gustado demasiado. No creo que se pueda definir a un colectivo con algo concreto. Usamos tanto los tópicos que nuestra mente sería capaz de asociar, en un momento, distintos colectivos a estos calificativos: gandules, tacaños, cerrados, chulos... Sin embargo, todos somos diferentes a pesar de vivir puerta con puerta. Me apasiona observar los hábitos de las personas. Me sorprenden sus costumbres y sus rutinas, esto es algo que siempre me invita a la reflexión. ¿Por qué narices me gustará tanto reflexionar?. 
Pero a lo que iba. Esta semana manchega -si a caso un poco más quijotesca que todas las demás- he aprendido mucho. Una semana no tendría sentido sin aprendizaje. Estuve en Toledo capital y también deambulé por Torrijos y Fuensalida. El clima bien. La ciudad imperial se lucía radiante, como siempre. El campo excelso y los churros con chocolate, magistrales. 
Mi compañera Yolanda, conocedora de mis gustos gastronómicos, me llevó a una pequeña churrería de toda la vida. ¿Churros o porras? Fue la primera duda que me asaltó. Ella eligió porras y yo churros. Los dos chocolatito caliente. El pequeño local olía a aceite requemado y a ese costumbrismo castellano plagado de referencias culturales y exhibicionismo ideológico. 
En él, las señoras se juntan, cada mañana, a cargarse de calorías para, después, salir a caminar por la ruta del colesterol, tal y como les aconseja el médico de familia y los hipocondríacos programas matinales de televisión. Entre churro y churro hablaban y hablaban sobre sus quehaceres cotidianos, sus maridos, los programas de marujeo, sus maridos, las vecinas díscolas y sus maridos. 
La cabeza disecada del toro, que presidía la churrería, en España representa el súmmun del costumbrismo. Aquí somos de toros por imposición. Si esta foto la vieran en Dinamarca fliparían en colores. Unos para bien y otros para mal. Unos dirian: ¡Qué bárbaros! y otros dirían: ¡Qué pasada! ¿Cómo se dirá qué pasada en danés? Mejor ni lo pongo en el traductor de google, que luego traduce unos casas que te partes el culo.
En una ocasión, hace muchos años, un amigo antitaurino fue a un restaurante que estaba decorado con un montón de cabezas de toros, como esta de la foto. Él, por ideología, no quería entrar y fueron el resto de sus amigos los que lo convencieron para que, por un día, dejara a un lado sus convicciones y se tomará la vida un poco menos en serio de lo que se la solía tomar.
En resumidas cuentas, como eran muchos contra él, decidió ceder y sentarse a la mesa relajadamente a compartir aquella velada que apuntaba maneras. 
Comenzaron a correr las botellas de vino, las chuletas de cordero y las patatas asada con ajo, cuando, entre bromas y risas, sucedió lo peor:
Una de aquellas enormes cabezas disecadas se desprendió de la pared y, por desgracia, vino a caer sobre el pobre activista pro-derechos de los animales. La cornada que recibió fue de "pronóstico reservado". Bueno, a decir verdad, no tan reservado, uno de los pitones se le clavó en la clavícula, con una trayectoria de más de cinco centímetros y le rompió el hueso por dos sitios.
Siempre se ha dicho: De lo que más huyes, más te acomete.
Spanish is different. ¡Vaya que sí! Veis, no quería y al final siempre acabo usando algún tópico aunque sea en otro idioma ¡Qué rabia me da eso, córcholis!.

2 comentarios:

  1. Seguramente , si le hubiera caido a un amante taurina , luciria esa cornada con orgullo .
    Dos formas distintas de de ver , de un mismo accidente

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  2. Jajajaja, joder Pepe ke buen relato, es como ese refran ke dice o viene a decir: No kerias cafe?, pues toma dos tazas......, muy bueno como siempre, pon de estos mas a menudo, ke te alegran el momento de leerlo. Saludos desde CT.

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