viernes, 22 de noviembre de 2013

Noruega es país de salchichas


Hace unos días, llegué a Noruega con un libro del alemán Bernhard Schlink en la mano. Ahora que en este país caen las primeras nevadas y mi mente se despliega por estas lejanas y heladas tierras del Norte de Europa, siento la necesidad de seguir avanzando. No, no necesariamente hacia el norte. Soy demasiado friolero como para aventurarme entre esos hielos infinitos -en realidad cada vez menos infinitos- del Polo Norte. El avance al que hago referencia es más introspectivo. Un avance hacia el interior de mi propio ser. Un avance que sea capaz de satisfacer hasta mis necesidades más remotas. Un avance hacia la plenitud, no física, que ya no la volveré a alcanzar, sino hacia una plenitud emocional, intelectual y creativa. 
Asomado al precipicio de un fiordo, observando la distancia que separan a mis pies de las frías aguas del Mar del Norte, me he dado cuenta de la gran cantidad de cosas que aún me quedan por hacer y a las que, por nada del mundo, estoy dispuesto a renunciar. Ese vertiginoso espacio vacío, entre mi cuerpo y el agua del mar, no es otra cosa que una representación gráfica del camino invisible que aún tengo por recorrer. Una distancia tan incierta como increíblemente maravillosa.
Mientras Artur conduce, e intenta, con su conversación, hacer algo más ameno el esfuerzo, yo escruto, absorto, por la ventanilla de nuestro coche de alquiler, un paisaje de ensueño y sofocante prosperidad.
Lagos. Fiordos. Casas de madera de color rojo. Alces. Zorros sigilosos de larga cola. Más lagos. Carreteras heladas e infinitas. Rubias heladas. Gasolineras con salchichas. Salchichas. Túneles. Coches de alta gama. Cuervos. Más salchichas. Un rubio enorme comprando líquido anticongelante en otra gasolinera. Radares. Kilómetros y kilómetros de asfalto a bajo cero. Otra vez radares. Bosques y más bosques. Dos rubias heladas comiendo salchichas en una gasolinera Statoil. Un rubio en un tractor enorme de color verde. Salchichas envueltas en beicon. Toda esa secuencia de impactos visuales me provocan ganas de dar un grito al estilo del protagonista del famoso cuadro del pintor noruego Edvard Munch y de aborrecer las salchichas hasta que me muera.
Tras acabar "El Lector" de Bernhard Schlink, continué con un libro del austriaco Stefan Zweig titulado: Ardiente Secreto. Tras dos visitas de trabajo en Oslo, vino otra en Flekkefjord y otra en Kragero. En ese discurrir entre carreteras heladas, repletas de radares que limitan la velocidad a setenta kilómetros por hora, y carteles de precaución por paso de alces, pienso que la vida es una concatenación de acontecimientos, ordinarios y extraordinarios, en los que intentamos influir con toda nuestra sabiduría, experiencia y buen hacer, para que el futuro nos sea favorable, pero que, a pesar de todo, nunca tendremos la certeza absoluta, mal que nos pese, de poder controlar o modelar a nuestro antojo.
Mientras regreso a España en un vuelo de lujo de Ryanair, desde el aeropuerto de Rygge-Oslo, llego a la conclusión de que, ante todo, Noruega es un país de salchichas. La renta per cápita más alta del mundo no es otra cosa que el resultado de un rosario infinito de gasolineras en las que unas chicas rubias, muy monas, expenden salchichas por doquier. 
¡Ah!, disculpen, se me olvidaba, si devuelves el envase de tu botella de plástico de refresco, o de agua de glaciar, te entregan una corona. Ellos, a diferencia del resto de los mortales, con menos renta, sí lo tienen todo bajo control. ¡Así da gusto!
Bueno, como les decía, sigo avanzando. De oca a oca y tiro porque me toca.


10 comentarios:

  1. Con tanta salchicha , y tanto frío ,te debes de haber quedado saciado y helado

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  2. Si hemos llegado hasta aquí con menos experiencia, podemos seguir adelante con todo lo que hemos aprendido, nunca estaremos listos para denominar lo que nos espera, pero si preparados para cometer menos errores...

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  3. No hay que olvidar la alta gastronomía noruega: deliciosas sopas de pescado, filetes de alce con frutos rojos silvestres, pasteles de gengimbre, carpaccio de ballena, pene de alce relleno de queso de semen de ballena, pan de centeno con salmón ahumado y huevos revueltos, queso marrón... Verdaderas delicias vikingas que hacen la delicia del paladar más exigente.

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  4. Ay Dios eso comen por ahí? prefiero ser un paladar ignorante, ahora comprendo por que les gusta comer tantas salchichas.

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  5. La plenitud de de las personas no está en recobrar su físico, está en el progresó que se plantea día a día para dejar de cometer errores y lograr la plenitud deseada. Qué bueno es reconocer que hay mucho todavía por recorrer.

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    1. Así es Cecilia, nunca es tarde para mejorar y cambiar el rumbo. Nada se alcanza sin esfuerzo.

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  6. Yo simplemente creo que en todos y cada uno de estos países son bastante mas civilizados que la Europa del Sur, siempre lo he creido así. No significa esto que sean mejores, sino diferentes, tienen las cosas muy claras. Así deberiamos de pensar y actuar aqui, nunca es tarde.....

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