martes, 3 de diciembre de 2013

Venancio Mulero V


Justo en el momento en el que Venancio salía de la habitación acicalándose la ropa que acababa de estrenar, se encontró en el pasillo con un joven camarero que portaba una bandeja repleta de unos humeantes y espectaculares cafés con leche. 
-Buenos días caballero -le dijo el joven camarero que no debía de contar con más de catorce o quince años.
Venancio se quedó parado. Que se refirieran a él con ese tono de servilismo y de respeto era algo que le sorprendía. Pensó que se debía a su nueva ropa o, tal vez, al hecho de que estar en esa casa le confería una categoría social que antes no ostentaba. Haciéndose tan profundas reflexiones siguió al camarero hasta una salita en la que esperaban todas las chicas. 
-Buenos días Paco, exclamaron todas con alegría al ver entrar al joven de la bandeja.
-¿Cómo están ustedes? -preguntó el chico con diligencia. 
A todo esto entró Venancio en la sala y el jolgorio de las jóvenes meretrices aumentó en cuota de decibelios.
-¡Qué guapo te ves Venancio!- dijo una. ¿Veis cómo no estaba tan muerto? -exclamó otra con entusiasmo. Ahora tendremos todas Venancio para rato, jajajaja, -rieron las chicas con profusión.
-Paco, majete, trae otro café con leche con esas gotitas mágicas de ron Puyol, que hoy Venancio va a desayunar como es debido. ¡Ah! Y tráete unos cruasanes rellenos de chocolate que celebremos que nuestro nuevo mozo ha vuelto a la vida. 
El desayuno se convirtió en una improvisada fiesta de bienvenida. Todas querían conocer más detalles sobre nuestro humilde protagonista, tal vez, por lo guapo e interesante que se veía con el traje que Lola había comprado para él, o simplemente por el hecho de que, en el fondo, lo que su madame les había contado sobre él les provocaba una extraña curiosidad impregnada de lástima y ternura.
Tras acabar aquel desayuno, Lola lo llevó hasta un pequeño despacho, con la intención de explicarle en qué consistiría su cometido en aquel negocio.
-Hemos tenido suerte, Venancio, las chicas están encantadas contigo y eso facilitará mucho la convivencia en la casa. Ahora espero que me dejes en buen lugar y que tu comportamiento, en todo momento, sea ejemplar. Nadie en el pueblo sabe lo que hago realmente aquí en Barcelona y así debe seguir. Allí la gente piensa que trabajo al servicio de un sacerdote, y aunque no es del todo falso, pues el dueño de esta casa lo era, no es precisamente al servicio doméstico a lo que me dedico. Así que a la gente del pueblo, ni una palabra de todo esto: ¿Queda claro?
-Lo prometo, Lola. No tenga usted ni la más mínima duda de que seré como una tumba -exclamó Venancio.
-Bueno, pues te explico: aquí estarás al servicio de todas nosotras. Abrirás la puerta y conducirás a los clientes hasta esta salita que es en donde se hacen las presentaciones. Allí acomodarás al cliente, le recogerás su chaqueta, su sombrero y tiraras de ese cordón rojo que nos avisa de que han llegado clientes y así acudirán las chicas que, en ese momento, estén desocupadas. Luego te encargaras de estar atento a la salida de los clientes de los cuartos para devolverles sus pertenencias y acompañarles hasta la salida. Ni que decir tiene que las propinas son para ti. De hecho aquí el sueldo no es nada en comparación a lo que vas a ganar con las propinas. Y por último, te diré algo que nunca se te debe olvidar, Venancio: las chicas son para los clientes, así que a ti no te está permitido mantener ningún tipo de relación con ellas. ¿Entendido, joven? - le preguntó la encargada.
-Perfectamente, Lola. Tan sólo una cosa: ¿tendré algún día libre? -preguntó el joven- más que nada porque me gustaría conocer algo de Barcelona.
-Claro, Venancio. Todos los lunes cerramos el negocio por descanso del personal. De hecho, el próximo lunes te acompañaré al centro a dar una vuelta. ¿Te parece bien? -exclamó Lola.
-Muchas gracias, paisana. Le estoy muy agradecido por todo lo que está haciendo por mi. Quiero que sepa que voy a poner todo mi empeño para hacer un buen trabajo y que se sienta muy orgullosa de haberme acogido.
-Eso espero, Venancio. Eso espero.

2 comentarios:

  1. Ufff, trabajar en una pastelería y no poder probar los pasteles........... , aún que venancio tiene toda la pinta de cumplir con su cometido y no probarlos

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  2. Un trabajo de cara al publico como debe de ser, estar pendiente en todo momento de las necesidades de los visitantes, bien remunerado y sobre todo bien expoleado para conseguir esas buenas propinas de las ke habla Lola, si señor.....

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