domingo, 18 de enero de 2015

El barco misterioso


Aquel día, no me pregunten por qué, me dio por pasear por el puerto. De niño me encantaba hacerlo junto a mi abuelo. Él me contaba muchas historias. De cada barco que nos encontrábamos amarrado siempre me contaba alguna. La temperatura era muy agradable, una suave brisa acariciaba mi rostro y las gaviotas graznaban como si estuvieran viviendo un celo prematuro.
-Oiga, caballero: ¿este barco lleva mucho tiempo aquí, verdad? -le pregunté a un señor con barba que bien podría haber salido de una novela de Julio Verne.
-El mismo que llevo yo aquí -respondió el señor de manera escueta y fría.
-¿Cómo es eso? -le dije con ánimo de propiciar una conversación.
-Ese barco es mío. Llevo varios años intentando venderlo, pero como no lo consiga pronto lo llevaré al desguace. Cada día que pasa me urge más tomar esa decisión. Somos almas gemelas y nuestro tiempo se está agotando.
-Suena bonito. Nunca pensé que un hombre pudiera ser el alma gemela de un barco. 
-De un barco y del mar. Ambas cosas son inseparables. Mi barco, el mar, y yo. Ese es el resumen de mi humilde existencia. 
-¿Nunca se casó? -le pregunté con curiosidad.
-Sí. Sí estuve casado. Pero mi matrimonio duró lo que mi barco tardó en llegar a Mallorca y volver. Recuerdo que la mar estaba furiosa y las olas nos retuvieron en el puerto dos días más de lo previsto antes de poder regresar a Cartagena. La noche antes de mi llegada un bombardeo de los nacionales acabó con su vida y con la mía para siempre. Estaba embarazada de cuatro meses. Excepto yo, nadie lo sabía. La guerra... esa maldita guerra fratricida trajo demasiadas desgracias. Tras unas semanas en las que no sabía qué hacer con mi vida sin vida, agarré mi barco y me dirigí a Orán. Un primo mío estaba haciendo buenos negocios allí. El tráfico de mercancías con el puerto de Marsella era incesante. Materias primas baratas para Europa y productos caros terminados para África. ¡Menudo negocio!
Tras contarme todo eso se quedó callado, sacó un cigarro sin filtro del bolsillo de la camisa, y lo encendió.
-Menuda historia -le dije con la intención de que continuara su narración.
-Todos tenemos una historia. Mi historia es de ida y vuelta. De mucho navegar y de mucho sufrir. Me fui para regresar y no sé ni para qué me fui ni para qué volví. Ya sólo me queda este barco. Este viejo e inútil cascaron sin tripulación y sin capitán.
-No diga eso, aunque usted por su edad ya no navegue siempre será su capitán. 
-No. No soy nadie, amigo. Ya no soy nada.
Yo me quedé congelado al escuchar esas dos lapidarias frases. No soy nadie. No soy nada. No soy nadie... Me retumbaban en los oídos con un eco misterioso y gélido. Cuando de pronto, alguien me tocó por la espalda.
- Oiga señor, a esta parte del puerto está totalmente prohibido el acceso a los visitantes. ¿No ha leído usted el cartel? -me preguntó un vigilante debidamente uniformado y con cara de pocos amigos.
-Le prometo que no. Estaba aquí hablando con este señor, pero no se preocupe que ahora mismo me marcho.
-¿Con qué señor dice usted que estaba hablando, si aquí no hay nadie? -dijo el vigilante.
-Con el capitán de este viejo barco. ¿No es así caballero? 
Y al girarme hacia dónde se suponía que estaba sentado el viejo marinero, pude comprobar como ahí no había nadie.
-Le prometo que estaba aquí. Era un señor muy mayor, con barba cana, y su gorra de marinero. Se acababa de encender un cigarro y me estaba contando la historia de este barco.
-Entonces le habrá contado la razón por la que este barco apareció a la deriva frente a la Isla de Tabarca, sin que hasta hoy se sepa nada de su tripulación. Este barco está en proceso de ser subastado por las deudas que tiene contraídas con la autoridad portuaria. Si nadie puja por él será llevado al desguace y el dinero de su chatarra se destinará a liquidar sus deudas. Hasta el momento, nadie ha reclamado el pecio. Se dice que su dueño era viudo y sin hijos, pero todo son conjeturas. Los barcos fantasma siempre tienen muchas leyendas.
El vigilante no paraba de hablar. Creo que no se acercó a mí para echarme de la zona de acceso restringido, que había rebasado sin darme cuenta, creo que, en el fondo, se acercó a mí únicamente para darme el día. Y vaya si lo consiguió. Ya han pasado varias semanas y no puedo dejar de pensar en ese misterioso barco y en ese viejo y nostálgico lobo de mar.

4 comentarios:

  1. Dos buenas frases para reflexionar las que te dio el marinero.
    Bonito relato.

    ResponderEliminar
  2. Buena manera de empezar la semana. Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Sabes amigo tu relato me hace pensar en que en nuestra corta existencia hay o tenemos tantos barcos fantasmas cada uno con su vieja y quizás triste historia. somos muchos los que vamos por el mundo buscando rematar sus viejos cascos con todos y sus años de largas travesías y amores perdidos. (estupendo amigo)

    ResponderEliminar
  4. En nuestras cortas vidas vamos atesorando historias. Se presentan barcos incógnitos, sueños algunos realizables otros se quedan ahí en sueños. Viajes tristes buscando caminos que no siempre se encuentran. Muy bonito relato!!!

    ResponderEliminar