miércoles, 18 de marzo de 2015

Guerras cotidianas


Tengo media vida por delante para intentar escribir, sin que se me tuerzan los renglones, la segunda mitad de mi historia. Supongo que Blogger nunca desaparecerá y mis relatos no quedarán relegados al terreno de la arqueología informática. De hecho, cuando tiro de este blog para atrás, y de eso hace poco más de cinco años, (pero menudos cinco años...) esos comienzos ya los siento distantes, remotos, infantiles, casi ajenos.
La vida sigue su marcha y yo he decidido convertirme en su más ferviente seguidor. Nada tengo. Todo lo que hay a mi alrededor se desvanecería como un castillo de arena si, tan sólo un día, dejara de salir a luchar, o me permitiera el lujo de bajar la guardia porque me pica el culo o no sé qué.
La lucha es mi modus vivendi. Llevo una boina invisible calada hasta las orejas. Soy consecuente con mis decisiones, por eso, cada día, afilo el lápiz y agudizo el ingenio para ganar las batallas, evitando las bajas y la sangre, a sabiendas de que, a veces, éstas son imposibles de evitar.
Las guerras silenciosas requieren de grandes dosis de concentración. Se requiere de gran imaginación para intuir por dónde vienen las balas, o los machetazos, qué flanco reforzar, o intuir quién te puede estar vendiendo al cruel enemigo de su sofá.
En el combate del día a día, mis oídos son radares. Mis ojos, potentes telescopios. Mis pisadas, campañas de movilización. Mi atención, un plan estratégico. La vida, convertida en lucha, requiere de bemoles y de masa encefálica en permanente ebullición. De vísceras y de sangre fría. De agudeza. De previsión. De templanza. De capacidad de decisión. De riesgo. De firmeza. De agresividad. De madurez.
Tras cada refriega, me ducho con agua bien caliente y gel de baño Blumin Urban de papaya y miel, para eliminar toda la mugre de la batalla, escribo ésta bitácora a modo de desahogo o de parte de daños, me hago una sencilla tortilla francesa de dos huevos, y, tras zampármelo todo tan ricamente, me acuesto a leer "Los Transparentes", la última novela del exquisito escritor angoleño Ondjaki, embutido en un pijama de cocodrilo del Primark, y, cuando me vence el cansancio, sueño con los angelitos.
Y, a la mañana siguiente, lustroso, ilustrado, y bien desayunado, me lanzo de nuevo al ataque.
-¿Oiga, es el enemigo? No...¡Pues que se ponga!
Una cosa no quita a la otra.

6 comentarios:

  1. Cuanta razón hay en estas letras, pero cuantaaaa.
    Gracias por llegar a mi blog y quedarte.
    Un saludo

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  2. Como la vida misma, estamos aquí para todo eso y mas, Todo son batallas constantes que a la vez forman parte de una guerra que es nuestra vida. Hay que aprovechar todos los momentos que se nos brindan, tanto buenos como menos buenos y sacar lo mejor de nosotros en todos ellos. Todos tienen una reflexión y hay que buscarlas y analizarlas metódicamente, todas tienen un porque y un para que, y hay que estar siempre alerta y muy vivo. Nos batimos en ese gran número de batallas, para al final ganar la guerra, que por lo menos para mi es el bien más preciado..... Salu2 desde CT.

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  3. Si nos descuidamos la rutina podría convertirnos en nuestro peor enemigo. La pasión es un arma de destrucción masiva contra este mal, más efectiva que cualquier misil teledirigido.

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  4. No hay de otra que luchar todos los días, ya sea en las trincheras o en el ring de la vida.

    Saludos y siga dando con todo.

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  5. A mis hijos se lo explico como:
    - Doña Pereza.
    - Doña Desidia.
    -Doña Roña.
    Estan siempre al acecho y cuando te despistas van a por ti y te comen.
    Un saludo.

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  6. Gracias por su relato. "La vida sigue su marcha y yo he decidido convertirme en su más ferviente seguidor."

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