lunes, 11 de mayo de 2015

Collage incontrolado

Yo no soy, créanme, son mis dedos. Hacen esas cosas tan extrañas en contra de mi voluntad. Llevan años haciéndolo y sufro en silencio sus consecuencias. Últimamente, esa extraña incontinencia me había desaparecido. Se había atenuado su necesidad de salir a la superficie, de aflorar, de cortar, de colocar, de pegar. Parecía que no se querían dejar ver, que habían rebajado su ego a posiciones más humildes. Se escondían en lo más recóndito de mi creatividad, para descanso de mi conciencia más ortodoxa, y para enojo de mi anárquica deriva expresiva. 
Pero se han escapado de su propia celda con renovados ánimos y una agilidad pasmosa. Con necesidades claramente contradictorias, como yo, o como ustedes que me leen sin tener muy claro por qué malgastan su tiempo leyendo a un tipo que, como yo, no sabe lo que escribe ni para qué lo hace.
Mi consciencia me arrastra, con frecuencia, al mundo paralelo de mi inconsciencia. 
A veces no sé si lo que hago pertenece al lado real o a mi lado más oscuro.
Escribo pegando palabras y hago collages pegando imágenes robadas que maquillo para que parezcan otra cosa, pero que no dejan de ser imágenes disfrazadas de lagarterana, o de torero, o de vaya usted a saber qué.
Este de hoy es un collage a gusto del consumidor. Unos dirán que es irreverente y otros que es una especie de reflexión del momento vital por el que atravieso.
Les prometo que, cuando mis dedos comenzaron a destrozar una revista que tomé prestada en un centro cultural del Barrio de Savamala de Belgrado, no tenía ni la más remota idea de lo que me intentaban transmitir. El mensaje lo entendí después. Voy a ser padre. Nuevamente voy a ser padre de una niña. ¡Y mis dedos ya lo sabían!. ¿Cómo coño lo han sabido? ¿Qué saben ellos de mí?

No hay comentarios:

Publicar un comentario